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Recaudos para evitar toxinas

Revista MÍA (Argentina) Marzo 2017

¿Donde están

Básicamente la contaminación con sustancias indeseables para nuestro organismo proviene de nuestros hábitos alimenticios que se han alejado de una alimentación integral. El occidental promedio esta ingiriendo excesos de grasa animal (carne, embutidos, manteca, huevos industrializados…), azucares refinados (azúcar, pan blanco, gaseosas…), excitantes (alcohol, café) o sal; todos estos factores condicionantes de nuestra salud, provocan que nuestras arterias se atasquen, sobrepeso, debilidad física e inmunológica, retención de líquidos, etc. Por otra parte solemos consumir pocas frutas, verduras, pescado, azúcares lentos y agua; esta deficiencia nos provoca carencias nutritivas (vitaminas, minerales, fibra, ácidos grasos esenciales...) que nos conducen a situaciones de estreñimiento, deshidratación y malestar general.

Diferentes estudios preconizan que hasta dos de cada tres enfermedades se deben a una alimentación inadecuada, y que si llevamos una alimentación sana desde pequeños, podemos reducirlas en un 65%; esto nos lleva al sinsentido de los grandes esfuerzos realizados en encontrar la causa de todas las enfermedades en los virus, las bacterias o los genes, mientras que, simultáneamente se descuida la investigación científica en el campo de la nutrición, o peor aun, cuando los conocimientos son contundentes son despreciados negligentemente.

La industrialización de los alimentos

Una de las tendencias mas preocupantes en este sentido, es el constante crecimiento en el consumo de platos preparados; los alimentos industrializados y listos para consumir, incluyen los congelados y refrigerados, los cocinados y esterilizados, y los deshidratados.

Todas estas forman de preparación de los alimentos implican metodologías de cocción y conservación que, por un lado, deterioran el valor nutricional de los mismos, y por el otro, le agregan toxinas, necesarias -a veces- para su conservación en la cadena comercial, pero nocivas para nuestra salud.

Los abusos de ciertos preparados pseudoalimenticios agravan esta situación. Por ejemplo, un estudio publicado en el numero de Marzo del 2002 en la revista Diabetes Care, ya postulaba que el consumo de carnes procesadas como las salchichas o la charcuteria pueden elevar el riesgo de diabetes tipo II hasta en un 50%; estas conclusiones fueron abordadas luego de hacer un seguimiento durante 12 años a mas de 42.000 personas que inicialmente no padecían la enfermedad ni cáncer o cardiopatías y tenían entre 40 y 75 años. Varios trabajos anteriores y posteriores, confirman la gravedad de este escenario de consecuencias nefastas debido a nuestras opciones.

Estos hábitos, tan difundidos entre los niños, nos auguran una sociedad enferma si no realizamos un cambio en nuestras costumbres alimentarias, comenzando por la conciencia de promover hábitos saludables desde la infancia; y concretamente en este ejemplo, estamos hablando de unos alimentos a los cuales lo diabéticos acceden con frecuencia porque no lo consideran nocivos para su salud, mientras que la desinformación los lleva a evitar otros como las frutas o los cereales integrales que son beneficiosos para este colectivo.

Los alimentos light tambien hace su aporte a la sobrecarga toxemica que tienen que soportar nuestros castigados organismos; además de ser deficientes en términos nutricionales, tampoco suelen ser apropiados para uno de sus fines mas promocionados, como lo es la supuesta ayuda que brindan para bajar de peso.

La Dra. Judith Rossett, miembro de la Asociación Americana del Corazón, asegura que si bien muchos de estos alimentos light son bajos en grasas, en ocasiones tienen más calorías y terminan engordando mas que los alimentos convencionales; otra razón por la cual pueden generar sobrepeso es debido a que la gente piensa que no engordan y comen cantidades mayores.
En los alimentos light suele utilizarse edulcorantes artificiales provocan alteraciones en la glucemia y la mayoría de ellos ha sido asociado con una mayor incidencia de cáncer y enfermedades neurológicas. Con todo, estas nefastas sustancias continúan utilizándose en forma indiscriminada.

La deslealtad comercial

Muchas empresas, a sabiendas que la alimentación sana constituye un negocio cada vez más interesante, promueven sus productos como naturales cuando no lo son.

Por ejemplo, en España, la empresa Danone solía promover una variedad de yogur bajo la denominación BioDanone, induciendo ventas entre las personas que creen que es un alimento biológico cuando en realidad es una argucia comercial aprovechando una ausencia en la legislación.

En EE. UU. la empresa Mc Donald’s solía promover unas papas fritas vegetarianas cuando en realidad estaban utilizando condimentos con extractos de carne; muchos consumidores de aquel país y de la India se sintieron afectados y querellaron exitosamente a la empresa. Seguramente estos episodios se repiten a diario provocando que muchas veces comamos algo que creemos que es adecuado para nuestra salud o nuestro estilo de vida, pero en realidad no lo es; la única alternativa para remediar este problema es la información que nos permita convertirnos en consumidores exigentes.

Los aditivos alimentarios

Con la excusa de que muchos de ellos se muestran inocuos en el laboratorio, hemos comenzado a ingerir involuntariamente una cantidad de sustancias con las cuales ya hemos comenzado a familiarizarnos: colorantes, aromatizantes, edulcorantes, estabilizantes, emulsionantes, gelificantes, espesantes, conservantes, acidulantes, neutralizantes, gasificantes...

Estas sustancias, detrás de la letra pequeña, son los aditivos alimentarios; si bien es perfectamente posible preparar y conservar los alimentos evitando los aditivos químicos, se sigue insistiendo en ello sin otro motivo aparente que no sea el lucro a cualquier precio; un cambio en la filosofía de producción implicaría "introducir conservantes naturales, reducir el tiempo de almacenamiento, usar envases mas pequeños, disminuir el maquinismo y la superindustrialización en la elaboración de los alimentos y volver a la Naturaleza".

Los aditivos no tienen propiedades alimentarias y tan solo se utilizan para modificar sabores, olores o texturas, y por supuesto, para evitar el deterioro de alimentos que normalmente ya están muertos hace rato.

A pesar de que los expertos han determinado una Cantidad Diaria Admitida (IDA) para cada aditivo, es muy difícil saber que cantidades estamos consumiendo y, por otra parte, se desconocen los efectos sinérgicos de los mismos, puesto que no solo estamos ingiriendo uno de ellos, sino muchos y en diferentes alimentos; también hay que decir que muchos de estos aditivos no se eliminan completamente y se acumulan en el organismo sin que sepamos cuales son sus consecuencias a largo plazo.

Estos aditivos llegan a nosotros a través de los alimentos, los medicamentos, el tabaco, la contaminación ambiental, la cosmética, los tintes químicos...

Reconocemos que el uso de aditivos es muy importante para poder alimentar a las masas de población de las grandes ciudades, pero lo que se cuestiona es el criterio con el cual son utilizados; en este punto la pregunta que debemos hacernos es la siguiente:

¿Estamos dispuestos a pagar más por un alimento elaborado bajo criterios saludables? Si la respuesta es positiva debemos dirigirnos a los comercios especializados y comenzar a consumir alimentos biológicos; puesto que parece que las autoridades sanitarias representan mas a los intereses comerciales que los relativos a la salud de la población, la solución la podrían obtener los consumidores promoviendo el consumo de alimentos sanos y convirtiendo a este sector en un buen negocio.

Por otra parte, las autoridades sanitarias de todo el mundo no se ponen de acuerdo, y un aditivo prohibido en un país puede no estarlo en otros; por ejemplo la OMS considera inaceptable el uso de E-284 (ácido bórico) y sin embargo es permitido en muchos países empleándose en latas de caviar, marisco, conservas, fideos chinos, etc.; en los países nórdicos los colorantes prácticamente están prohibidos, EE UU autoriza alrededor de una decena y España aproximadamente el doble (estos son datos que van variando pero lo dejo para subrayar que los criterios de permisividad no son en absoluto objetivos ni rigurosamente basados en criterios científicos con eje en la salud, sino políticos).

¿Qué hacer?

Realmente es virtualmente imposible evitar tóxicos en los alimentos, pero, si como primera medida, nos focalizamos en frutas, verduras, semillas, cereales integrales y legumbres como eje de nuestra alimentación, ya habremos dado un gran paso. Luego, en la medida que nos sea posible, procuraremos alimentos orgánicos, en especial los que sean de origen animal; por ejemplo, hay una gran diferencia entre un huevo de granja industrial y uno producido por gallinas cuyo estilo de vida se asemeja al natural, y realmente si buscamos, se consiguen aún en las grandes ciudades; no es necesario consumir muchos y hay que focalizar en la calidad.

Las carnes, si buscamos la mejor opción, preferiremos pescado de mar como el atún, el salmón o las sardinas. ¡Y procuraremos que nuestro proveedor nos asegure que son de mar y no de piscifactoría! Si consumimos carnes rojas, que sean pocas; en nuestro país, ya hay cadenas de carnicerías que comercializan carnes de pastoreo y no de feedlot; elegir carne de pastoreo potencia los beneficios de su consumo, reduce los prejuicios y ayudamos a cuidar el medio ambiente.

… por supuesto, beber abundante agua, tomar contacto con la naturaleza frecuentemente y controlar el estrés, ayudará a mantener controladas las toxinas exógenas y las generadas endógenamente.

Pablo de la Iglesia