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ALCALINOS versus ACIDOS, ¿quien dejará su sello en tus tejidos?

 ¿Sabías que en 1931 un científico recibió el premio Nobel por descubrir la causa primaria y la prevención del cáncer?

Así es. De acuerdo a las investigaciones pioneras de Otto Heinrich Warburg (1883-1970), el cáncer es la consecuencia de una alimentación y un estilo de vida antifisiológicos. “La falta de oxígeno y la acidosis son las dos caras de una misma moneda”, aseguraba este científico que descubrió que las células cancerosas son anaerobias (pueden vivir o desarrollarse sin presencia de oxígeno) y que no pueden sobrevivir en presencia de altos niveles de oxígeno.

Por lo tanto las células sanas viven en un organismo alcalino y oxigenado, mientras que las células cancerosas solamente viven en uno ácido. Warburg indica que “el cáncer no sería nada más que un mecanismo de defensa que tienen ciertas células del organismo para continuar con vida en un entorno ácido y carente de oxígeno”.

Entonces volvemos a preguntar: ¿Qué tienen en común las enfermedades cardiovasculares, las enfermedades autoinmunes y el cáncer? ¡Qué el pH de los tejidos se ha vuelto ácido!

Debes tener en cuenta que para que las células y los tejidos de tu cuerpo sean saludables, su pH debe ser alcalino; también que las células saludables se deterioran, enferman y mueren en un ambiente ácido. Y, especialmente, que las células cancerosas se reproducen en un ambiente ácido pobre en oxígeno y mueren en uno alcalino bien oxigenado.

Cuando nosotros ingerimos un alimento, nuestro cuerpo lo digiere y dependiendo de la calidad de los nutrientes y/o de los procesos a los que fue sometido en su elaboración, generarán una condición de acidez o alcalinidad en el organismo. Estos valores se miden con una escala llamada PH, cuyos niveles se encuentran en un rango de 0 a 14, siendo el PH 7,4 un PH neutro.

Entonces, para comprender mejor el tema, compartimos una lista de alimentos que acidifican el organismo:

- Azúcar refinada y todos sus derivados.
- Carnes (todas).
- Leche de vaca y todos sus derivados.
- Sal refinada.
- Harina refinada y todos sus derivados (pastas, panes, galletitas, alfajores, etc.).
- Margarinas hidrogenadas o esteresterificadas.
- Gaseosas (todas).
- Cafeína.
- Alcohol.
- Tabaco.
- Medicamentos.
- Cualquier alimento cocido. Cuanto más tiempo lleve la cocción, más ácida resultará la comida.
- Todos los productos industrializados (los que contengan conservantes, colorantes, aromatizantes, estabilizantes, etc.).

Ahora pasemos a los alimentos que alcalinizan el organismo, ¡nuestros buenos amigos!:

- Todas las verduras y frutas crudas (algunas son ácidas, pero dentro del organismo se alcalinizan, por ejemplo el limón tiene un PH aproximado de 2.2 y cuando lo consumimos se alcaliniza).
- Semillas (recordá que las pequeñas si no las activas correctamente, sí o sí las tenés que moler para asimilar mejor todos sus nutrientes).
- Cereales integrales y legumbres: el único cereal integral alcalinizante es el mijo, todos los demás son ligeramente acidificantes. Pero los germinados son muy alcalinizantes.
- La miel es altamente alcalinizante si es natural y sin pasteurizar, de lo contrario acidifica.
- La clorofila de las plantas (de cualquier planta) es altamente alcalinizante (sobre todo el wheatgrass y el aloe vera).
- El agua.
- El bicarbonato de sodio.
- El ejercicio moderado oxigena todo el organismo.

Vale la pena aclarar que lamentablemente el estilo de vida moderno hace que diariamente la mayoría de las personas consuman un 90% de alimentos que acidifican al organismo. Por eso recordemos las sabias palabras de Hipócrates: “que el alimento sea tu única medicina y que tu medicina sea el alimento”.

A continuación te facilitamos una receta altamente alcalina:

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Brotes de lenteja

Elementos necesarios:

- Lentejas: 5 cucharadas.
- Agua filtrada o mineral: cantidad necesaria.
- Frasco de boca ancha, gasa y bandita elástica.

Procedimiento:

Esto es más fácil que contar hasta tres…

Lavar las lentejas, ponerlas dentro del frasco y taparlo con la gasa y la bandita elástica.

Luego lo llenamos con el agua filtrada o mineral y dejamos las lentejas en remojo durante dieciocho horas.

Enjuagar las lentejas, sin sacarlas del frasco. Dejarlo inclinado a 45º con la boca para abajo (ayúdate con un recipiente) en la mesada de la cocina. Enjuagar las semillas de dos a tres veces por día si estás en invierno, pero si estás en verano duplica los enjuagues.

Al cuarto o quinto día, repetimos el procedimiento del enjuague, pero cerca de una ventana o en contacto directo con la luz del sol, así se forma la clorofila.

Al otro día ya podrás comer los brotes.

Conservarlos en la heladera no más de quince días.
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Fuente: “Medicalimentos y Vitanutrientes (Tetraedro)
de Pablito Martín y Pablo de la Iglesia