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Contaminación y riesgo cardíaco

Desde hace tiempo vemos como las estadísticas indican que los infartos aumentan significativamente después de las horas que marcan sus picos de contaminación; recientemente, según una investigación publicada en The New England Journal of Medicine, la práctica de actividad física y sus beneficios asociados, resulta más saludable si se realiza lejos de los espacios contaminados.

El estudio monitoreó a dos grupos de individuos con compromiso coronario mientras pedaleaban en dos cámaras, una con aire filtrado y la otra con aire contaminado equivalente a la del tránsito urbano.

Al cabo de una hora, de los cuales treinta minutos se dedicaron a descansar, observaron como se "exacerba la isquemia miocárdica inducida por el ejercicio y afectaba la capacidad fibrinolítica endógena", según indicaron los responsables del estudio en las universidades de Edimburgo (Reino Unido) y Umea (Suecia).

La contaminación acústica es otra forma de polución que afecta al corazón. Una investigación llevada a cabo en Alemania ha determinado que la exposición continua a un entorno ruidoso puede afectar la salud cardiovascular.

Según el European Heartt Journal, en general, la polución acústica afecta más a las mujeres que a los hombres. La Organización Mundial de la Salud sostiene un límite de exposición segura de 65 decibelios, pero “según la OCDE (la Organización para la Cooperación Economía y el Desarrollo), 130 millones de personas en el mundo sufren un nivel sonoro superior en su entorno, mientras otros 300 millones padecen ruidos que imposibilitan una calidad de vida media”.

Se determinó que las principales fuentes de contaminación acústica son los automóviles, las industrias, y los bares. Se ha calculado que tres de cada cuatro españoles están expuestos por encima de los niveles aceptables, afectándoles en su salud cardiovascular y psicológica. Algunos síntomas asociados son el aumento de las pulsaciones, modificación del ritmo respiratorio, tensión muscular o presión arterial.

Pablo de la Iglesia

Fuente"Corazón Contento" (Ediciones Obelisco)

Estrés, personalidad y riesgo cardíaco

Las enfermedades cardiovasculares y el ataque al corazón son mucho más frecuentes en personas estresadas y con personalidad agresiva o excesivamente competitiva.

El estrés es la respuesta a cualquier exigencia percibida como una amenaza al equilibrio del organismo y que le exige un incremento de su respuesta adaptativa para volver a reestablecer la normalidad o mantenerla; estas exigencias tienen un rango muy amplio y podríamos mencionar las temperaturas extremas, las emociones intensas, un gran esfuerzo físico o mental, la utilización de drogas recreativas o farmacológicas, etc.

El psicólogo Hans Selye fue un investigador pionero en la esfera del estrés y en sus investigaciones de los años cuarenta identificó tres cambios en la fisiología de los animales ante los estímulos que recibían y que los denominó Síndrome de Adaptación General:

1. Aumento del tamaño e hiperactividad de la corteza adrenal;

2. Atrofia de los nódulos del timo y la linfa; y

3. Úlceras gastrointestinales.

También observó que el Síndrome de Adaptación General se presenta en tres fases:

1. Reacción de Alarma: es la respuesta inmediata a un nuevo estímulo y hay una movilización general de los recursos adaptativos del organismo; en esta fase aumenta la producción de hormonas como la adrenalina y el cortisol.


2. Fase de Resistencia: en esta etapa el organismo ya ha optimizado sus recursos adaptativos para el estímulo en cuestión a costa de un gran desgaste y pérdida de capacidad para reaccionar a nuevos estímulos.

3. Fase de Agotamiento: cuando el estrés es intenso y se vuelve crónico, el organismo agota su energía adaptativa y quedamos totalmente expuestos a todo tipo de enfermedades inmunológicas y degenerativas; a esta altura, el sistema cardiovascular ya habrá sido afectado en mayor o menor medida. Para evitar caer en esta trampa para la salud es importante respetar las horas de descanso, disminuir los excesos de actividad física y mental, evitar el sedentarismo y tener una adecuada nutrición.

Los factores causales del estrés o estresores se dividen en físicos, sociales y psicológicos. El ruido, la contaminación, la radiación, los alimentos de mala calidad, son ejemplos de estresores físicos; los conflictos en las relaciones personales (familiares, trabajo...), la pérdida de un ser querido, la situación económica o las convulsiones de un país, son ejemplos de estresores sociales; los estresores psicológicos tienen lugar únicamente dentro de nuestra percepción subjetiva y entre ellos encontramos la ira, el odio, la frustración, la ansiedad, los celos, la autocompasión, entre otros.

Los estresores psicológicos suelen ser más dañinos que las otras variantes de estrés, sobre todo si este es crónico; el desarrollo de la Inteligencia Emocional y Espiritual nos brinda la posibilidad de centrar nuestras emociones y enfrentar con más recursos estas situaciones cuya dimensión percibida es subjetiva y como tal, es una carga que puede aligerarse. Prácticas como el yoga, la meditación, un masaje o la actividad física moderada constituyen herramientas para optimizar nuestra respuesta equilibrada a estas circunstancias.

El Síndrome Adaptativo General permite que el cuerpo humano redirija la energía corporal hacia aquellas funciones estrictamente necesarias para el buen resultado de la lucha o la huida y favorecer las necesidades de supervivencia; simultáneamente, otras funciones menos urgentes son desatendidas momentáneamente.

Todas estas respuestas fisiológicas eran apropiadas en el pasado cuando la supervivencia humana dependía de su respuesta física para huir de la amenaza de un animal o soportar temperaturas extremas, por ejemplo; sin embargo, hoy día, el valor de estas respuestas tienen una utilidad relativamente limitada ya que lo que se percibe como estrés normalmente no requiere un gran desempeño físico para su resolución, sino más bien la respuesta centrada que proviene de un adecuado desarrollo de la inteligencia emocional, social y espiritual.

Cuando esto no sucede y nos encontramos ante personas ambiciosas, competitivas e hiperactivas sin recursos emocionales y espirituales, suelen subir los niveles de tensión arterial, alterar los mecanismos hormonales predisponiéndonos a desórdenes de todo tipo o dejándonos a las puertas de un infarto; la respuesta adecuada proviene de la serenidad, la objetividad para leer la realidad y la intención adecuada.

Pablo de la Iglesia

Si deseas recibir mis noticias en tu e-mail, envía un correo a pablodelai.pdli@info.trafficwave.net

Fuente"Corazón Contento" (Ediciones Obelisco)

Obesidad y riesgo cardiovascular

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Pablo de la Iglesia
 La obesidad es un factor de riesgo cardíaco puesto que además se asocia a la diabetes, la tensión arterial alta, el sedentarismo y las  hiperlipidemias.
Se trata de un problema epidemiológico tan serio que, según las predicciones de algunos investigadores médicos, amenaza con neutralizar la prolongación de la vida lograda durante los últimos cien años, siendo muy probable que los padres actuales lleguen a vivir más años que sus hijos.

Estadísticamente, los estadounidenses obesos alcanzan un 28%, y en el caso de los europeos esa cifra se eleva al 20%; los casos de sobrepeso, es decir que tienen un exceso menor al 20% por encima de lo normal, son muchos más.

Los niños están creciendo con dietas de fast food, son sedentarios dado que no sólo hacen menos actividad física sino que también pasan más horas frente al televisor y el ordenador, y esto, lamentablemente, está provocando que muchas personas jóvenes mueran antes que sus padres debido a la obesidad y otras enfermedades asociadas a ella.

La difusión de dietas milagrosas y modelos de belleza femeninos que promueven una delgadez patológica, hace que muchas personas se embarquen en dietas reducidas en calorías y nutricionalmente desequilibradas, provocando disturbios hormonales y una termogénesis insuficiente; estas desembocan en un cuadro en el cual una alimentación escasa sirve cada vez menos para adelgazar, sin embargo se continúa insistiendo con la ilusión de lograrlo comiendo cada vez menos y peor, y paradójicamente, engordando cada vez más o sufriendo escaladamente el conocido "efecto yo-yo".

"Para adelgazar hay que dejar de comer", un tip que se repite con frecuencia y es a todas luces erróneo y peligroso; en realidad, a mediano y largo plazo, dejar de comer es una garantía para engordar, porque tarde o temprano volveremos a la normalidad y asimilaremos más las calorías; en realidad, "para adelgazar hay que comer con inteligencia".

Una de las estrategias más apropiadas para controlar la obesidad, y que precisamente contempla las necesidades de los diabéticos, es la que enfatiza el consumo de alimentos con un índice glucémico (IG) bajo; hoy sabemos que los alimentos que tienen un IG elevado provocan desequilibrios hormonales que impulsan un mayor consumo y fijación de las grasas.

En su libro The Glucose Revolution, la profesora Jennie Brand Miller sostiene que los hidratos de carbono son los supresores naturales del apetito; en el caso de los refinados el efecto dura muy poco, y afirma que los integrales y de bajo IG son más eficientes.

Como todos sabemos, la insulina es la hormona encargada de regular los niveles de azúcar en la sangre, sin embargo, lo que ahora los científicos están comenzando a entender, es que la insulina también determina como almacenamos la grasa.

Las conclusiones de sus investigaciones determinan que, aún consumiendo la misma cantidad de calorías, las personas que prefieren alimentos de bajo IG tienen niveles más adecuados de glucemia en sangre, procesan mejor las grasas y las asimilan menos.

Entre los alimentos de elevado IG, y que deberían evitarse, podemos citar las harinas refinadas y sus derivados (pan, pastas, bollería), azúcar, miel, gaseosas, zumos industriales y frutas en exceso.

Los alimentos recomendables por su bajo IG son los cereales integrales (arroz, avena, cebada, mijo, trigo...) y sus derivados (pan y pasta), las verduras y las legumbres.

Personalmente enfatizo que, para obtener mejores resultados, prioricemos el consumo de pescado de mar como fuente preferida de proteínas si no somos vegetarianos; los aceites Omega 3 presentes en ellos harán una gran diferencia para sobrellevar la diabetes y proteger la salud cardiovascular. En caso de optar por una deseable dieta vegetariana, el lino, la chía o las nueces, constituyen buenas fuentes de estos ácidos grasos esenciales.

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Referencia orientativa de suplementos mencionados

* Omega 3 concentrado calidad EPAX
* Omega 3 estandarizado y vitamina E
* Semillas de chía ecológicas
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Pablo de la Iglesia

Fuente"Corazón Contento" (Ediciones Obelisco)