Economía solidaria, economía basada en recursos, economía del bien común, decrecimiento, economía azul, economía circular, movimientos de transición, bancos de tiempo, monedas alternativas, econoía colaborativa, crowdfunding... Todos estos enfoques tienen más o menos éxito en diferentes lugares, generan entusiasmo en mucha gente, favorecen un entusiasta intercambio de experiencias, mejoran la calidad de vida de algunas personas, pero no llegan en casi ningún caso a consolidarse como una alternativa que guíe el modelo social que enmarca nuestra convivencia.
Con frecuencia, para los adeptos a estas alternativas esto puede llegar a ser frustrante porque se espera que los beneficios que se consideran valiosos lleguen a todos. Pero vale la pena reflexionar en la siguiente cuestión que tal vez sea un paso para alcanzar algo verdaderamente superador: ¿es necesario que se consoliden como un nuevo modelo o está bien que sirvan de complemento y modulen los inconvenientes del materialismo imperante?, ¿ese “otro mundo es posible” que muchos predican es excluyente o la idea es que muchos mundos quepan en nuestro mundo común?
Pablo de la Iglesia