Montones de fármacos adictivos que actúan como chalecos de fuerza químicos, destruyen tu integridad, te matan en vida, provocan suicidios, incrementan los índices de violencia social... ¡ a cambio de nada! O de muy poco, porque hoy estoy con el corazón abierto y derrocho generosidad.
***
En salud mental, al día de hoy, se utilizan clasificaciones construidas culturalmente. La proliferación de diagnósticos -detrás de la cual viene la expansión en la utilización de medicamentos que tan feliz hace a la industria farmacéutica- debería hacer que nos preguntáramos qué es lo que hace que el mundo de hoy en día sea tan intolerable para tanta gente. (ver más en http://bit.ly/2jeM1US)
***
Hay un momento en que tenemos que dejar ir nuestros apegos como individuos y como sociedad. Y el hecho es, que el 90% del conocimiento -en el caso de la psiquiatría y la oncología probablemente más- de lo que edifica lo que conocemos como ciencia médica es la elucubración intelectuosa de una sociedad que está enferma y no tiene más valor que recomendar una pócima de alas de murciélago (y a favor de las alas de murciélago, que estas no te harán daño). ¡Dejemos ir todas estas tonterías! ¡Salgamos de la zona de comodidad y busquemos seriamente nuestra genuina expresión de amor y libertad!
¡Y ojo! El pequeñísimo porcentaje de intervenciones tecnológicas y farmacológicas útiles, suelen ser maravillosas creaciones de la humanidad; hay que sacarle todos los recursos a la basura de relleno y ponerlos donde se hace una diferencia real. Un científico debe volver a tener el propósito de brindar conocimiento útil al bienestar de la gente y dejar de ser combustible de industrias basadas en códigos mafiosos.
Porque un día, como individuos y como especie, vamos a tener que dejar de hacer lo que siempre hicimos, lo que nos conviene o le interesa a nuestro capricho, para ponerse a HACER ÚNICAMENTE LO CORRECTO.
Pablo de la Iglesia