El azúcar es una plaga y una peste. Por el daño que produce y por la extensión de su consumo, podemos decir que en los últimos sesenta o setenta años ha hecho más daño que todas las guerras juntas. El azúcar es realmente un arma de destrucción masiva y antes que tu mente te lleve a evaluar las opciones, los edulcorantes artificiales son un mecanismo perfeccionado para que nos peguemos voluntariamente el tiro y encima paguemos por el.
Algunas de las consecuencias del consumo de azúcar:
* Alteraciones inmunológicas e infecciones por hongos y parásitos
* Ansiedad
* Cansancio
* Caries dental
* Depresión
* Diabetes
* Disminución de la absorción de calcio y magnesio
* Envejecimiento precoz
* Enfermedades cardiovasculares
* Osteoporosis
* Predisposición al cáncer, especialmente de seno, ovarios, próstata y recto.
* Problemas de peso
* Trastornos de conducta y aprendizaje en los niños
El consumo de azúcar refinado en pequeñas cantidades ya es nocivo y no le aporta nada a nuestro organismo; en grandes cantidades como es habitual en la actualidad, estamos incorporando una dosis de veneno que nos mata de a poco pero con seguridad.
Durante los primeros años del siglo pasado Otto Warburg, ganador del Premio Nobel, probó que las células cancerosas producen energía de manera diferente a las normales, aquellas en ausencia de oxígeno, estas en presencia de oxígeno.
Es decir, expresándolo de manera sencilla y práctica, las células normales se alimentan de oxígeno y las cancerosas de la fermentación del azúcar; esto nos pone tras de la pista del azúcar, y sobre todo su consumo excesivo a través de las harinas refinadas y el azúcar blanco, como agente promotor del cáncer.
El desecho de la combustión de azúcar es el ácido láctico, el cual acidifica y asfixia aún más los tejidos, generando el terreno adecuado para la promoción de los tumores. De hecho, en la práctica radiológica esto es muy conocido ya que los diagnósticos de imagen se valen de la medición de la glicólisis en los tumores para determinar la etapa de desarrollo, considerándose que a más combustión de azúcar mayor es la malignidad.
Antes de seguir sugerimos, especialmente si padeces cáncer, que vayas hasta la alacena y tires el azúcar y las harinas refinadas. Estos son los puntos que tienes que tener presente:
El azúcar refinado alimenta el cáncer
Se necesita el equivalente a veinticinco cucharaditas de azúcar al día para paralizar el 92% de los glóbulos blancos y dejar fuera de combate al sistema inmune; la dieta promedio de un estadounidense (gaseosas, golosinas, postres, etc.), cada vez más imitada en el mundo, suma unas cuarenta y dos.
El azúcar acidifica la sangre, la cual debe mantenerse ligeramente alcalina; si la sangre no se acidifica, es prácticamente imposible contraer cáncer.
Pablo de la Iglesia